jueves, 29 de septiembre de 2011



Prólogo
INDICIOS DE VIDA ES JINOTEGA


I
Luis Iglesia es jinotegano nacido en 1966. Su vida ha estado abundada por los estudios académicos, el deporte, la actividad artística y la promoción cultural. Haciendo honor a su título universitario de Administrador Agropecuario, en los últimos tres años ha estado concentrado en la actividad comercial. Tenemos entonces a un hombre multifacético. Lo conozco desde el 2006, cuando integró el Grupo Literario Horizonte de Palabras, dirigido por el escritor Edgar Escobar Barba.
Desde su infancia comenzó a declamar poemas de Rubén Darío, como aún lo hace en eventos o en las charlas lecturas que brinda a estudiantes de su departamento, en el marco del Programa Promoción de la Literatura Nicaragüense que impulsa el Foro Nicaragüense de Cultura, del cual es miembro beligerante y ostenta su representación en Jinotega. Cuando Iglesias declama no sólo encanta, sino que hace vibrar. Hay que escucharlo para saberlo. Declamación y actuación se funden en ese hombre de figura atlética y espigada.
Sé que en Moldavia, donde estudió gracias a una beca, comenzó a escribir poesía. Para un jinotegano arraigado la lejanía y la nostalgia son terribles, pero hubo otros motivos: nuevas vivencias y aventuras, el primer amor. Tiempo después, de regreso y de nuevo asentado en Jinotega, se atrevió al relato de corte testimonial. Quizá el taller de cuento ofrecido por Sergio Ramírez Mercado en junio del 2004, en la ciudad de Managua, convocado por el Banco Central de Nicaragua, fue el que le dio el empuje hacia este género literario. La narrativa es actualmente su principal ejercicio escritural. Aunque conozco buenos poemas de su autoría, que incluso declama en público, la poesía ha estado más orientada a su intimidad.
Sus inicios en el teatro fue la obra Los gorilas de Latinoamérica, ganadora del I Festival Nacional de Artistas Aficionados, realizado en el año 1981 en Managua, impulsado el Movimiento Cultural Leonel Rugama. Y sin duda, su momento más importante fue cuando después de un arduo taller que dirigiera el actor y director español Alfredo Guzmán en el año 2007, resultó seleccionado para integrar el elenco de la obra Andrómaca, estrenada en la quincuagésima tercera edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, España, en agosto de ese mismo año.
Infatigable promotor cultural en su ciudad natal y uno de los nueve fundadores de la Asociación Literaria Alfredo Alegría, que logró sostener sus actividades por varios años, pese a la indiferencia de las instituciones gubernamentales y del sector privado respeto al desarrollo cultural.  

II
Jinotega, un departamento extenso y montañoso, también una ciudad, famosa por su bruma, su café, sus pupusas[1], su agualoja[2]. Territorio escenario de grandes acontecimientos históricos, fue ahí donde se fundó el ejército de Sandino y tuvo como cuartel general a San Rafael del Norte; fue ahí, también, donde los campesinos se levantaron contra las políticas autoritarias de la Revolución Sandinista y surgió la contrarrevolución.
Pero también Jinotega es uno de nuestros baluartes ecológicos, pese a la insistente mano criminal humana; un lugar donde las leyendas tienen ribetes ancestrales, como la guarida del quetzal en el cerro El Volcán. Fue justo ahí, transitando la carretera de San Rafael del Norte – Yalí en 1985, que vi esa ave de la libertad que supuestamente estaba extinta. Quizá fue el último quetzal en Nicaragua, quizá fue su proyección de un pasado más verde y libre. Pero lo vi y lo recuerdo como si estuviera justo en ese día agitado por la guerra.
De ese departamento también han surgido connotados artistas e intelectuales. Escritores como Alfredo Alegría (+), Beltrán Morales (+), Harvey Wells (+), José Santos Rivera (+), Chuno Blandón, Iván Uriarte, Guillermo Cortés Domínguez y Ramón Pineda Úbeda. Grandes representantes de la música nacional como Otto de la Rocha (también actor radial), Ramón Rodríguez y Pedro Zeas. El actor viajero pero muy apegado a su tierra y cultura, Lautaro Ruiz. Intelectuales y académicos como Telémaco Talavera y Juan Ramón Huerta.[3]
Aunque en la actualidad la ciudad de Jinotega haya crecido y esté incorporando paulatinamente avances tecnológicos a su desarrollo, no deja de expresar su influencia eminentemente campesina ancestral. Todo se conoce y lo que no, se inventa, se imagina.  
Luis Iglesias es hijo de esa ciudad, de los leales que no piensan emigrar, porque asume que su realización humana se encuentra en ese lugar, pese a que él conoce otras latitudes del mundo, Moldavia y España. Es de los que piensan que pese a tanta globalización hay que preservar la identidad local, ese acervo que hace cultura y marca personalidades. Y no solamente es sino que le encanta ser jinotegano, lo que se constituye en importante sustrato de su cosmovisión y labor creativa.
Enfatizo: el mundo literario de Iglesias está muy marcado por su Jinotega, por el cúmulo de historias y leyendas que acuna, por su idiosincrasia, esa mezcla de ciudad y campo, de sencillez y picardía, de realidades e invenciones. No le interesan las excentricidades ni los artificios literarios. Leyéndolo nos damos cuenta que su misión como escritor es proyectar a su pueblo, representar sus vivencias, creencias, sus riquezas culturales y padecimientos sociales.
Lo que acontece en su “pueblón” es materia para escribir, para crear. Y lo que acontece puede estar dentro o fuera de la realidad, porque el jinotegano es un ser con mucha imaginación, diferente al mentiroso y al demagogo. Ahí las historias ocurren y ya, como las hazañas y milagros del padre santo por los jinoteganos Odorico D´Andrea, o los cuentos orales de Adán Zeledón y Lautaro Ruiz con su Goyo Miel, o los del padre de este último, don Chepito Ruiz, trayendo al presente los años de principios del siglo XX; o la poesía profunda, andariega y tajante de Oswaldo López y Domingo Moreno, todos ellos personajes para novela. Historias y realidades que pertenecen a todos y por esa razón se multiplican en tantas imaginaciones posibles. El cuento y la leyenda vagan, atraviesan poblados y bosques, las aves y los animales hablan, la tierra cuenta lo suyo, extendiéndose en otras invenciones. Qué fue del mundo si no una creación. Es decir, invención al fin.
Todo es consubstancial en Jinotega, la conversadora y conservadora, la de puertas cerradas y la tirada al misterio, la que alberga siluetas entre brumas y sombras de aposentos; el Príncipe del Gobiado en su cabalgata nocturna guiado por las quiebraplatas en la caza de doncellas. Curiosidad total que no deja de ser infante, y hasta mojigata. Tras su apariencia serena y amena, hospitalaria y amiga, está un torrente aguerrido, sufrido, pero sobre todo, soñador y alegre. Me estoy refiriendo, entonces, a un punto geográfico de Nicaragua cuyos afluentes real-imaginativos se conservan vírgenes ante escritores(as) locales y nacionales.   
Iglesias está enfocado en este esfuerzo, ésta es la orientación de su escritura creativa, como si se tratara de una función biológico-cultural-literaria, porque la influencia de Jinotega en él es profunda y contundente.

III
Indicios de vida es su primer libro de narrativa, específicamente de relatos y cuentos. Se caracteriza por la brevedad, arraigo local, sencillez y por la explotación de la vivencia personal y colectiva. Está construido en dos partes: I Relatos sencillos y II Cuentos de primera cosecha.
Los cinco relatos nos enteran de episodios testimoniales o autobiográficos sucedidos en la década de los ochenta del siglo pasado. La nostalgia por la madre desaparecida y el hogar de cuando niño, la participación en la guerra y sus consecuencias, estudios en un país lejano, la vida cotidiana y el mercado, los personajes vagabundos jinoteganos, constituyen los ambientes predominantes. 
En sus veintisiete cuentos, Iglesias nos presenta un abanico temático, siendo los más representativos las contrariedades del amor, lo onírico-clínico, la ironía, la denuncia social, la picardía, las leyendas como objeto cuentístico, entre otros. Como parte de esta variedad, encontramos una docena de minicuentos, un cuento infantil (Los granos mágicos de café). En Actualidad, noviembre 2010, encontramos una pieza cuentística con técnica de encabalgamiento interesante en cuanto a situaciones, imágenes y sub-temas que hacen un cuento dinámico y representativo del tipo de sociedad que vivimos. 
Luis Iglesias no se esfuerza por lo fantasioso, no lo requiere teniendo un entorno abundante de cosas por descubrir, de historias que se construyen solas y personajes que doblan las esquinas como se da vuelta a una página de un libro. Su materia prima está expuesta todos los días y solamente requiere del ojo cazador y de una mente imaginativa que se dispare hasta la realización del objeto textual. Los diálogos son simples, cotidianos, tal como la gente se expresa. Los recursos imaginativos, en este caso, parte del hilo que media entre realidad y ficción.
Con Indicios de vida, Iglesias, después de un considerable proceso de aprendizaje, intercambios, lecturas y creación, debuta como narrador. Sin duda es un aporte a la narrativa jinotegana y nacional. La promesa está implícita en el libro, una nueva etapa se abre para el escritor. 

Henry A. Petrie


[1] Las pupusas jinoteganas no son como las salvadoreñas, sino una variedad de cosas de horno, siempre a base de maíz, cuajada, azúcar y canela que se comen con un buen café.
[2] Refresco fermentado de maíz, dulce, jengibre y especias.
[3] Un amplio listado de los talentos humanos que ha parido Jinotega, al menos en una época, se podrá encontrar en el libro de Juan Ramón Huerta, El Benjamín de la esmeralda (2009).

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