jueves, 29 de septiembre de 2011



LA GUERRA NACIONAL DE 1856
Y LA BATALLA DE SAN JACINTO
(Sesión Solemne de la Asamblea Nacional
Hacienda San Jacinto 20-sept.-2011)



Roberto Sánchez Ramírez
Miembro de la Academia
de Geografía e Historia de Nicaragua


Los monumentos son una forma  de recordar los grandes hechos de la historia, a los personajes que se distinguieron por la independencia, libertad y defensa de su Patria; a próceres, héroes y mártires; a quienes se han destacado en la política, la ciencia, la literatura, el arte o la paz.

Gigantescas edificaciones, arcos triunfales, estatuas y bustos, son el medio para tratar de conservar la memoria de algo o de alguien. Igual se ponen sus nombres a calles, avenidas, parques, montañas, volcanes, ríos, lagos, ciudades, países y hasta a la moneda nacional. Se busca de alguna manera de mantener el recuerdo.

El Dr. Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el “Ché” Guevara, expresó que la mejor manera de rendir homenaje a un héroe es imitando su ejemplo. Carlos Fonseca Amador, refiriendose al General Augusto C. Sandino, dijo que es una especie de camino. Sería una ligereza, agregó, reducirlo a la categoría de una efeméride anual. Según Carlos, es necesario el estudio organizado de la vida e ideas de Sandino.

Si no somos capaces de estudiar, investigar o conocer, los grandes hechos y personajes de la historia, ¿qué sentido tiene levantar un monumento, palabra que equivale a memoria? ¿Qué clase de recuerdo tendremos y qué ejemplo vamos a imitar si no sabemos nada de la vida y obra de los héroes? ¿Qué camino puede ser Sandino, cuando no se tienen los elementos que lo definen como el parámetro de nuestra conducta? Se corre el riesgo de que sea un camino con los baches del servilismo, el oportunismo, la adulación y la corrupción.

Se ha escrito nuestra historia manipulandola a favor de los intereses partidarios. Se evade o distorsiona la realidad. Se acomoda para que no pase de ser narraciones intrascendentes. Hechos, fechas y nombres son transmitidos a nuestra juventud, sin las bases conceptuales que permitan aprender del pasado, la conducta a seguir en el presente para un futuro mejor. No debe extrañarnos que nuestros jóvenes ubiquen a Rafaela Herrera combatiendo en San Jacinto o se confunda el nombre del filibustero William Walker con el whiskey Johnnie Walker, ignoro si azul, negro o rojo. De las horas dedicadas a la Semana de la Patria, el mayor tiempo es para el entrenamiento de las bandas de guerra y de las gimnasias rítmicas, poco para estudiar la vida y obra de nuestros héroes, los grandes acontecimientos de nuestra historia. 

Frecuentemente nos referimos a la Guerra Nacional de 1856, omitiendo la Guerra Civil, iniciada en mayo de 1854, entre legitimistas (conservadores) y democráticos (liberales). Recordemos que el 28 de febrero, pocos meses antes, la Asamblea Constituyente había decretado el cambio de Estado de Nicaragua a República de Nicaragua y de Jefe de Estado a Presidente, el primero fue el General Fruto Chamorro Pérez, legitimista.

El 28 de diciembre de 1854, el Presidente Provisorio Demócratico (liberal), Francisco Castellón Sanabria, firmó en León, con el filibustero norteamericano, Byron Cole, un tratado para traer filibusteros a Nicaragua. La concesión fue cedida por Cole al filibustero William Walker, quien llegó al puerto de El Realejo, en Chinandega, el 16 de junio de 1855.

Walker, un conocido esclavista sureño, nacido en Nashville, Tennessee en 1824, era médico, abogado y periodista. Fiel creyente del Destino Manifiesto, consideraba que los Estados Unidos tenían el derecho de dominar  a los demás países  americanos, desde que  obligaron a México en 1848, a aceptar que la frontera de Texas fuera en el Río Bravo y ceder los territorios de Nuevo México y Alta California. Bajo esa concepción imperialista, Walker, proclamó en 1854, la República de Sonora, asumiendo la presidencia, hasta que  fue expulsado por las autoridades mexicanas.
Con Walker se inicia la historia del intervencionismo norteamericano en Nicaragua, a petición de políticos nicaraguenses, igual que sucedió en 1912,1926 y la década de 1980. Razón tuvo aquel mexicano, cuando le dijo a Sandino en Tampico, México, que los nicaraguenses eran “una bola de vende patria”. Apenas llegados los filibusteros atacaron Rivas, el 29 de junio, pero fueron derrotados, destacándose el maestro Emmanuel Mongalo Rubio que incendió el sitio donde estaban los filibusteros.

El 13 de octubre de 1855, Walker, se tomó Granada y comienza uno de los períodos más vergonzosos de nuestra historia patria. Las principales autoridades municipales le ofrecieron al filibustero ser Director Provisorio de la República, (equivalente a Presidente), además de Comandante en Jefe del Ejército. En los documentos oficiales le pusieron el nombre  de Guillermo Walker. El sacerdote católico nicaraguense, Agustín Vigil, en la misa dominical, llamó al filibustero: “enviado de la Providencia, iris de la concordia, angel tutelar de la paz y estrella del norte de las aspiraciones de un pueblo atribulado”.

El filibustero Walker exigió negociar con los legitimistas (conservadores) que estaban en Masaya, como no aceptaron, el 22 de octubre de 1855, ordenó fusilar al Canciller del gobierno legitimista, licenciado Mateo Mayorga. La orden la ejecutó el nicaraguense Ubaldo Herrera, fiel servidor de los filibusteros, muerto por soldados legitimistas, en el actual empalme de San Benito, el 2 de agosto de 1856. Amenazó Walker que continuaría fusilando a importantes ciudadanos de Granada, si no se aceptaban sus condiciones.

En Masaya surgen dos bandos, uno llamado de los “exaltados” que exigían se atacara de inmediato a Walker. Otro bando, conocido como los “moderados”, optaron por pactar con Walker y evitar que fusilaran a parientes suyos. Se da la proclama del Prefecto, General Pedro Joaquín Chamorro Alfaro de los “exaltados”, que escribió: “Si para lograr tan noble objeto (derrotar a Walker) fuese necesario derramar la sangre de mi familia y amigos que allí existen, sangre adorada para mi en buena hora, si ella sirve para regar el árbol de la independencia”.

Cuántas veces, en momentos difíciles de nuestra historia, el resultado ha dependido de los “exaltados” o de los “moderados”, estos se impusieron en 1855. El general Ponciano Corral, con fecha 23 de octubre, firmó un tratado con Walker, en el que se nombró Presidente Provisorio de Nicaragua a Patricio Rivas y al filibustero Walker, General en Jefe del Ejército de Nicaragua, fue el primer norteamericano en serlo, ya que los seis Jefes Directores de la Guardia Nacional de Nicaragua, desde mayo de 1927 hasta octubre de 1931, fueron oficiales de la Marina de los Estados Unidos.

Acusado de traición, el general Ponciano Corral fue detenido y juzgado por un tribunal compuesto sólo por filibusteros norteamericanos. Walker ordenó su fusilamiento en la Plaza de Granada, el 8 de noviembre de 1855. Con fecha 10 de noviembre, el ministro norteamericano en Nicaragua, John Hill Wheeler, proclamó su lealtad a Walker al reconocer el gobierno de Rivas. Varios filibusteros comenzaron a ocupar importantes cargos gubernamentales. Un estafador y líder esclavista, Parker H. French, primero fue Ministro de Hacienda y después nombrado Ministro de Nicaragua en los Estados Unidos.

En una carta, fechada en Granada el 13 de noviembre de 1855, el llamado coronel Birkett D. Fry, dice a un amigo en San Francisco: “los dos partidos del país se odian tanto que jamás podrán unirse contra los americanos”. El colmo es que en los Estados Unidos, se hablaba de centroamérica como el futuro “Imperio Sureño”. Se mantenía una campaña permanente a favor de Walker, en la que participó hasta el candidato del Partido Demócrata, James Buchanan, quien alcanzó la Presidencia de los Estados Unidos.

El 20 de junio de 1856, se produce el rompimiento entre Walker y el Presidente Rivas. Ocurre otro hecho bochornoso, cuando el filibustero nombra Presidente Provisorio de Nicaragua a Fermín Ferrer, el que convoca a elecciones a realizarse del 22 al 24 de junio. Violando la Constitución vigente, Walker se autoproclama “Presidente de Nicaragua”. Toma posesión el 12 de julio de 1856, firman el Acta, los nicaraguenses Fermín Ferrer y Mateo Pineda.

Las votaciones fueron objeto de burlescos comentarios entre los filibusteros, ya que fue público que cada uno de ellos votó las veces que quiso. Según el corresponsal del Nueva York Times, en algunas poblaciones hubo más votos que la cantidad de habitantes, incluyendo mujeres, niños y personas de pocos recursos económicos que no podían votar. La votación se limitó a unos pocos departamentos, sin embargo, hubo muchos festejos a los que acudió la alta sociedad granadina. Fermin Ferrer, en su discurso dijo: “Felicito a nuestros hermanos de Estados Unidos que nos vienen a enseñar el arte del autogobierno”.

Existen suficientes documentos y pruebas que demuestran que Walker nunca fue legalmente Presidente de Nicaragua. Eso fue establecido con claridad por la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. El hecho debe recordarse como una de las acciones que afrentan y llenan de vergüenza, sin embargo, esos sentimientos se mantienen ante el reconocimiento que como “Presidente”, aún se le hace a Walker.

Hace pocos años, la Lotería Nacional, imprimió el rostro de los presidentes que ha tenido Nicaragua en los vigésimos y hasta se publicaron afiches, se incluyó la efigie del filibustero Walker. Pero el colmo fue que en el Banco Central de Nicaragua, se montó una exposición de retratos de los presidentes, también figuró el filibustero. Obras de conocidos historiadores nicaraguenses reconocen a Walker su calidad de presidente, esos textos son parte del material de consulta en la clase de Historia de Nicaragua. Entonces ¿qué Semana de la Patria celebramos? Si todavía hay nicaraguenses e instituciones nacionales que exaltan la memoria del filibustero que tanto daño causó a nuestro país.

Entre los primeros Decretos de Walker estuvo el que confiscaba todas las propiedades raices, muebles o semovientes de todo ciudadano que hubiera auxiliado a los enemigos del  Estado o declarados traidores por el gobierno. Para hacer cumplir este decreto, Walker trajo a Nicaragua a un delincuente, William Kissane Rogers, en febrero de 1856, vino directamente de la famosa cárcel de Sing Sing, Nueva York,  Estados Unidos. Walker le dio el grado de Mayor y le nombró Comisionado en Jefe de las Confiscaciones.

Walker decretó que todos los decretos, acuerdos y órdenes deberían ser en español e inglés. El 22 de septiembre de 1856, firmó en Granada, el decreto que reimplantaba la esclavitud. La presencia de Walker en Nicaragua significó represión, fusilamientos y  confiscaciones. También sumió en la degradación a los nicaraguenses que se prestaron a sus intereses, alternando con los filibusteros, incluso en eventos sociales, como ocurrió con las clases altas de Granada y León. El clero católico ofició más de un tedeum y cuando su “toma de posesión presidencial”, se inventó un obispo que le acompañara en el estrado y cantara un tedeum.

Desde febrero de 1856, Costa Rica declaró la guerra a Nicaragua. El Presidente Juan Rafael Mora Porras, en su proclama del 1 de marzo dijo: “Marchemos a Nicaragua a destruir esa falange impía. No vamos a lidiar por un pedazo de tierra”. Repito, según el presidente Mora Porras, no se venía a Nicaragua a lidiar por un pedazo de tierra. Sin embargo, terminada la guerra, mediante el Tratado Cañas-Jérez, Nicoya y Guanacaste pasaron a ser parte del territorio costarricense. Costa Rica logró, además, derechos de navegación sobre el Río San Juan, originando conflictos que todavía persisten. Se pretendía incluso, internacionalizar las aguas del lago de Nicaragua.

Debe reconocerse que los costarricenses, en marzo, en la Batalla de Santa Rosa, en Costa Rica y en la de Rivas, el 11 de abril de 1856, tuvieron gran cantidad de bajas, entre ellas, Juan Santamaría que incendió el Mesón donde estaban los filibusteros. Es el Héroe Nacional de Costa Rica. Fue también determinante en la guerra contra Walker, el apoyo y presencia de los generales José Joaquín Mora Porras y José María Cañas Escamilla de Costa Rica; José Santos Guardiola Bustillo, los hermanos Florencio y Pedro Xatruch de Honduras; Rafael Carrera, Mariano Paredes y José Víctor Zavala de Guatemala; José Gerardo Barrios Espinoza y Ramón Belloso de El Salvador.

El 26 de agosto de 1856, Walker firma en Granada, el Decreto confiscando los vapores y propiedades de la Compañía Accesoria del Tránsito, afectando los intereses del principal propietario, Comodoro Cornelio Vanderbilt. Éste logró el apoyo del presidente Franklin Pierce. Realizó una campaña contra Walker en los principales periódicos, como El Herald de Nueva York. Vanderbilt se alió con el gobierno de Costa Rica para maniobrar contra Walker a lo largo del Río San Juan y en San Juan del Sur. Logró dañar la imagen de Walker en los Estados Unidos acusandolo de haberse adueñado por la fuerza de propiedades de norteamericanos en Nicaragua. Se considera que fue un error el de Walker haberse confrontado con un hombre tan poderoso.

Presionados por los ejércitos centroamericanos, reunidos en León, el 12 de septiembre de 1856, legitimistas, encabezados por el general Tomás Martínez Guerrero y los demócraticos, por el general Máximo Jerez Tellería, firmaron el Pacto Providencial, declarando la guerra a Walker. Se inicia la Guerra Nacional que terminaría en mayo de 1857, cuando Walker abandona Nicaragua, sin rendirse, bajo la protección de la Marina de los Estados Unidos. Entre ambas fechas, se dieron más combates que costaron las vidas de muchos nicaraguenses y centroamericanos, afectados también por el cólera. En diciembre de 1856, Granada fue incendiada al extremo que los filibusteros colocaron un rótulo que decía: “Aquí fue Granada”. Que quede bien claro, la Guerra Nacional se inició el 12 de septiembre de 1856, antes lo que hubo fue una Guerra Civil, con la intervención de filibusteros norteamericanos.                              
              
¿Por qué fue tan importante la Batalla de San Jacinto? El triunfo de las tropas legitimistas se consideró como una señal providencial del Pacto celebrado en León, aunque cuando se dió el combate todavía no se conocía el acuerdo. El sitio era considerado el más importante para el abastecimiento de carne por ser una zona ganadera que hasta entonces controlaban los filibusteros. La propiedad había sido confiscada por Kissane a la familia Bolaños. Desde inicio de septiembre la casa hacienda estaba ocupada por tropas legitimistas al mando del Coronel José Dolores Estrada Vado.

Enterado Walker de que se había cortado el abastecimiento de carne, decidió enviar una tropa para desalojar a los nicaraguenses. El 5 de septiembre se produjo el primer ataque que fue rechazado. Regresaron el 14 al mando de Byron Cole, en mayor número y mejor armados. Se discute si San Jacinto fue un combate o una escaramuza, dependiendo del  tiempo que duró el combate y las bajas por ambas partes. Independiente a esas consideraciones de carácter militar,la derrota en San Jacinto fue determinante en la moral de las tropas filibusteras, triunfalistas y arrogantes. Fueron muertos Byron Cole, el firmante de la contrata con Castellón; Charles Callahan, Calvin O’Neal, Lewis D. Watkins, Robert Milligan, Wiley Marshall.

Fue un combate desigual, en número de hombres y modelos de armas. Doscientos filibusteros y unos 160 nicaraguenses, en su mayoría, vestidos con cotonas, caites y rifles de chispa. Los indios flecheros de Matagalpa semidesnudos y descalzos. Los filibusteros bien uniformados con sus casacas, armados de rifles Mississippi Minie y revólveres Cole. Las bajas por ambas partes pasó de más de cincuenta, muchos indios flecheros resultaron muertos. Faltaron hombres y armas, pero a los nicaraguenses les sobró el valor, como lo demostró Andrés Castro con su histórica pedrada en la cabeza del filibustero.

Durante muchos años el protagonismo estuvo limitado al parte oficial elaborado por el coronel Estrada Vado. Desde 1956, año del centenario de la batalla, se ha logrado reunir más documentos y testimonios que permiten identificar 52 nombres de los participantes en el combate. Se han esclarecido acciones que contribuyeron a la derrota filibustera. Queda la incógnita de que si los caballos fueron arriados por los campistos que estaban en la hacienda o si escaparon de los corrales, lo cierto es que fueron parte de la victoria pues los filibusteros creyeron al escuchar el ruido que eran tropas que venían sobre ellos y huyeron.

Además de José Dolores Estrada Vado y Patricio Centeno, principales jefes, consta los nombres, entre otros de Carlos Alegría, Francisco de Dios Avilés Reñazco, Francisco Sacasa, Abelardo Vega, José Luis Coronel, Alejandro Eva, Miguel Vélez Morazán, Adán Solís, Bartolo Sandoval, Basilio Lezama, Espiridión Galeano, Francisco Gómez, Salvador Bolaños, Manuel Marenco, José Siero, Juan Fonseca, Liberato Cisne, Joaquín Artola ,Ignacio Jarquín, Andrés Castro, Venancio Zaragoza, Macedonio García, Vicente Vigil, Andrés Zamora, Julián Artola, Trinidad Cubero. 

Pasada la Guerra Nacional, ¿qué fue de Nicaragua?, ¿de nuestros héroes?, ¿sirvió de algo la muerte de tantos nicaraguenses, la destrucción y el cercenamiento de nuestro territorio? Después del gobierno binario o chachagua de los generales Martínez y Jerez, junio-noviembre de 1857, Martínez Guerrero ganó las elecciones. En 1863, en forma ilegal, lanza su candidatura para la reelección presidencial. Además los resultados de los comicios fueron calificados de fraudulentos. Los generales Máximo Jerez Tellería, José Dolores Estrada Vado y Fernando Chamorro Alfaro, uno de los más destacados militares legitimistas, se oponen al continuismo de Martínez Guerrero, se rebelan y alzan en armas, derrotados son obligados a salir al exilio.

El 24 de abril de 1863, el general Martínez Guerrero, mediante Decreto, degrada a los tres generales y los reduce a clase de último soldado. El 21 de julio es asesinado a traición en Honduras, el general Chamorro Alfaro. El general Estrada Vado, exiliado en Costa Rica, durante cuatro años, vivió con grandes limitaciones. En carta a un amigo, fechada el 14 de febrero de 1868, en San José, dice: “No crea que yo culpo a mi Patria por lo que me sucede y de que esté arrepentido de los sacrificios que por ella hice, no; si tuviera ocasión haré lo que sea mi saber de patriota con la misma fé, sin la esperanza que me sea pagado. Yo sé prácticamente cuál es el premio que se da a los que se sacrifican por la Patria”.

El gobierno del presidente, general Fernando Guzmán Solórzano, reivindicó al general Estrada Vado, nombrandolo General en Jefe del Ejército de la República, el 27 de junio de 1869, falleció el 12 de agosto. Sus restos fueron sepultados en la Catedral de Managua. Después del terremoto de diciembre de 1972, permanecieron en el abandono, hasta que se les trasladó a su ciudad natal, Nandaime, en agosto de 1999. Así quedaron en la misma iglesia en la que fue bautizado con el nombre de Joseph de los Dolores, llamado así por su origen mulato. Había nacido el 15 de marzo de 1792.

La mayoría de nombres de los personajes de la Guerra Nacional de 1856 y de la Batalla de San Jacinto, poco se recuerdan. El nombre del general Fernando Chamorro Alfaro, apenas se menciona, ni existe monumento o placa que tenga presente su memoria, hasta sus restos se ignora dónde quedaron. El General Tomás Martínez Guerrero, a pesar de sus errores políticos, fue determinante en la derrota de los filibusteros, sus restos están en el Cementerio Occidental de Managua, trasladados del de Guadalupe, en León. Sus restos yacen bajo un ángel de mármol, también olvidados.

En el cementerio de Masaya nunca se le ha rendido homenaje al Mayor General Carlos Alegría. La tumba del General Máximo Jerez Tellería está en el Cementerio Guadalupe de León, recordado a veces. En el Cementerio San Pedro de Managua, se perdieron casi todas las tumbas de los héroes. Se ha logrado identificar las de los generales Francisco de Dios Avilés Reñazco, Andrés Zamora y Florencio Xatruch, General en Jefe de los Ejércitos Aliados de Centroamérica. Los restos de Andrés Castro se perdieron, cuando en los años cincuenta del siglo pasado, se dieron las grandes exhumaciones y sus parientes los trasladaron a una comarca cercana a Tipitapa, ignorandose dónde se encuentran. Uno de los pocos que ha sido honrado con un monumento, es Patricio Centeno, en el Cementerio de Jinotega.

El General José Dolores Estrada Vado fue declarado en 1971, Héroe Nacional de Nicaragua, igual título recibieron Enmanuel Mongalo Rubio y Andrés Castro. Al sur de la Laguna de Tiscapa se levanta la estatua al general Estrada Vado, rodeada permanentemente por menesterosos y alcohólicos. Durante uno de los desfiles hípicos de las fiestas agostinas, varios borrachos tomaron puntería lanzandole al rostro latas de cervezas, uno de ellos le quebró la nariz que permaneció así varios años, ya fue restaurada. El Ejército de Nicaragua ha sabido honrar los nombres de nuestros héroes, el Centro Superior de Estudios Militares lleva el nombre de General de División José Dolores Estrada Vado y la Escuela Nacional de Sargentos se llama Andrés Castro.

Permitanme recordar el homenaje que se brindó aquí en San Jacinto en septiembre de 1955. Era director del entonces Instituto Nacional Central “Miguel Ramírez Goyena”, el joven profesor chontaleño Guillermo Rothschuh Tablada. El bibliotecario, un recién bachillerado matagalpino, Carlos Fonseca Amador, de 19 años. Nosotros promediabamos entre los 15 y los 17 años. Se decidió que la mejor manera de celebrar el 99 aniversario de la batalla era interpretarla, escenificarla en el mismo lugar donde había ocurrido en 1856. El gran problema hace 56 años, igual que ahora, era la ignorancia de los hechos y de sus personajes. Sólo conocíamos el parte oficial del general Estrada Vado. Consultamos a historiadores como don Sofonías Salvatierra y el doctor Ildefonso Palma Martínez, con la ayuda del profesor Ramón Chow Díaz. En un pizarrón, más que todo con imaginación, el “chavalero”, en medio de un gran alboroto, trazábamos con tiza el supuesto plano de la batalla.

A medida que íbamos tomando conciencia sobre la Guerra Nacional de 1856 y la Batalla de San Jacinto, también surgieron problemas. En nosotros, se había comenzado a desarrollar un sentimiento anti-intervencionista y anti-imperialista. Nadie de los estudiantes queríamos interpretar el papel de filibustero. Se resolvió cuando se pusieron aparte a todos los que eran “cheles”. También fue un problema decidir quién iba a ser de Andrés Castro.

En los patios del Ramírez Goyena, antigua Plaza de El Caimito, todas las tardes ensayábamos la batalla, entre gritos y estallidos de bombas de mecate. Hicimos un acuerdo con los institutos nacionales de Matagalpa y Chontales para ir juntos a San Jacinto, todo coordinado por Carlos Fonseca Amador. Así, el 14 de septiembre de 1955, hace 56 años, venimos hasta la casa-hacienda que estaba casi destruida, atravesando campos de sonsocuite, sembrados de cornizuelo. Fue una gran motivación para nuestras vidas. Con el tiempo, varios se integraron a la lucha de liberación nacional, en contra de la tiranía somocista.

Entre aquellos  jóvenes que marchamos juntos aquel día,  tengo presente a caídos en combate, como Jorge Navarro “Navarrito”, Francisco “Chico” Buitrago Castillo, Eduardo Medina Borgen y al propio Carlos. Aquella experiencia nos impactó tanto que en el siguiente curso escolar, desde su inicio, comenzamos una colecta pública para levantar un monumento a Andrés Castro. Profesores, estudiantes, inspectores,el personal de limpieza y la población, logramos reunir la cantidad que nos había pedido la escultora Edith Gron, la que también puso su cuota. El modelo para la estatua fue Silvio “Bill” Turcios Ramírez, padre de Oscar Turcios Chavarría, asesinado por el somocismo en Nandaime, en septiembre de 1973. Anastasio Somoza García solicitó estar presente en la inauguración, a la entrada de la carretera a San Jacinto,   lo que fue rechazado, causando el enojo del dictador.

En el acto oficial del gobierno, a los jóvenes estudiantes del Ramírez Goyena nos colocaron alrededor del sitio donde estaba sentado Somoza García, con sus invitados especiales. Qué íbamos a saber aquel día, tal como se supo, años después, que Rigoberto López Pérez, presente también ahí, no realizó su cometido por no causar víctimas entre los estudiantes. Faltaban pocos días para que cumpliera su patriótica acción. Todavía no se había hecho realidad la parte de su poema en el que dice: “Yo estoy buscando al pez de la libertad / en la muerte del tirano”.

A 155 años de aquella histórica batalla, estamos donde nuestros soldados derrotaron a los filibusteros. Nicaraguenses voluntarios casi todos, igual que los del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN) del General Augusto C. Sandino. Aquí, donde los indios flecheros rescataron la dignidad de sus ancestros. Aquí, donde fue la alborada de la Guerra Nacional, en la que unidos, nicaraguenses y centroamericanos, terminaron con el proyecto expansionista y esclavista del filibustero Walker.

El reto de la historia está siempre presente. Ser “exaltados” para combatir al invasor extranjero y sus aliados nacionales o “moderados” para pactar traidoramente en contra de los intereses de la Patria. Firmes, aunque sea vestidos con cotona, de caites y hasta descalzos. Consecuentes ante el ejemplo del general Estrada Vado, prefiriendo ser degradado a clase de último soldado, con dignidad, que ser general convertido en servil vasallo.

Reviva Andrés Castro, lanzando la piedra libertaria. Reviva “Chico” Gómez, persiguiendo filibusteros hasta caer muerto de cansancio. Reviva el campisto Joaquín Artola, montado en pelo, lazando y ahorcando filibusteros. Surquen los aires las flechas de los indios matagalpinos. Que se sienta el olor de la pólvora de los rifles de chispa. Que se oigan los relinchos de los caballos. Así, nosotros seremos capaces de rendir el verdadero homenaje a nuestros héroes, imitando su ejemplo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario