“ESTE MAJE ESTÁ LOCO”
Guillermo Cortés Domínguez (*)
Desde hace casi veinte años administro la empresa Editora de Arte, S.A. (Editarte), la cual, confieso, no se ha desarrollado como si estuviera al frente de ella una persona con ímpetu y sagacidad empresarial, pero al margen de esto, creo que en los negocios, sobre todo en el ámbito de los pequeños y medianos, debe haber una ética, y la integridad y honestidad deben ser principios y valores esenciales en el quehacer cotidiano de todas nuestras operaciones.
Por eso lamento y me indigna la arbitrariedad e injusticia de los propietarios y gerentes de una empresa que, sin justificación, durante más de dos meses rehusaron pagar una factura a Editarte, lo cual nos colocó en una mala situación, y como si nos hubieran puesto una pistola en la cabeza, fuimos obligados a aceptar lo que ellos quisieron, ante la opción de perderlo todo. La cantidad de US$ 1,750.00 no es nada para ellos, pero mucho para nosotros. Finalmente emitieron un cheque por US$ 1,150.00, siendo US$ 150.00 de IVA, para la Dirección General de Ingresos (DGI). En resumen, nos robaron descaradamente US$ 750.00. Y es una empresa establecida, de muchos años y con activos apreciables.
Esta historia comenzó con un mensaje por correo electrónico del Gerente Técnico de dicha empresa, quien solicitó una cotización por dos mil ejemplares de una publicación, resultando US$ 1.27 el precio unitario. Él pidió una rebaja, y se la dimos, quedando en US$ 1.22. El diseño gráfico fue elaborado en España pues se trata de una marca mundial que ellos distribuyen en Nicaragua. Hicimos algunos ajustes de diagramación para incorporar la marca local y sus datos generales, lo cual no cobramos a solicitud del Gerente Técnico, quien mediante amables llamadas telefónicas desde un celular y mensajes por correo electrónico, nos instaba a hacer el trabajo lo más rápido posible.
Como seguridad y garantía para ambos, Editarte siempre solicita un adelanto del 60%, el cual fue emitido por dicha empresa, pero casi de inmediato lo invalidó porque, en vez de dos mil calendarios decidió imprimir la mitad. El 4 de febrero el Gerente Técnico aprobó los ajustes de diagramación y envió una orden de trabajo por un mil unidades. (“Aprobado el diseño. Favor proceder con la impresión. Don Guillermo, favor imprimirme solo 1000, tuve un problema interno en la empresa. Saludos, Fulano de Tal”).
Dos días más tarde envié una nueva cotización al Gerente Técnico, esta vez por un mil calendarios. El precio unitario subió a US$ 1.75, por la ley económica de que a mayor volumen menor precio unitario y a la inversa. Mi error fue no esperar el cheque del adelanto, y procedimos a imprimir el calendario con la idea de hacerlo cuanto antes, para satisfacer la urgencia planteada por esta empresa. Queríamos lucirnos en atenciones con nuestro nuevo cliente. El 16 de febrero le comunicamos que ya estaban sus calendarios, y el Gerente Técnico reaccionó sorprendido, dijo que él no había aprobado la nueva cotización y que pagaría sólo US$ 1.22 por calendario, es decir, el precio unitario de los dos mil ejemplares, y no US$ 1.75 que corresponde a los mil. Y ahí comenzó el martirio para Editarte.
Como el Gerente Técnico no asumía su responsabilidad, le escribí por correo electrónico al Gerente General, con copia al primero. El mismo texto se lo hicimos llegar impreso, luego varias cartas por correo electrónico, y ninguna respuesta, excepto varias semanas después una llamada telefónica del Gerente Técnico, quien me dijo que su Jefe ofrecía US$ 800.00. ¡Qué descaro! ¿A cuenta de qué? Ya no pagarían ni los US$ 1.22 que ofrecieron primero, sino US$ 0.80. Por supuesto, rechacé “el generoso” ofrecimiento y envié nuevos mensajes nunca respondidos en los que apelé a la ética profesional, la integridad, la honestidad y al juego limpio y transparente que deben caracterizar las relaciones comerciales. Al Gerente General le hice una exposición detallada del caso y le reiteré varias veces su deber de honrar la deuda. Sólo una vez respondió. Fueron cuatro palabras: “Este maje está loco”. No lo podía creer. ¿Con qué tipo de gente estoy tratando?, me pregunté, hondamente preocupado.
Afligido –pero no derrotado-- por la pérdida que se cernía sobre Editarte, por escrito le referí el caso al Presidente del Cosep y al de la Cámara de Comercio. Al primero le escribí de nuevo y lo llamé por teléfono varias veces. Estoy consciente de sus estratégicas ocupaciones, como le dije en mi segundo texto, pero la ética empresarial es un asunto de fondo, sobre todo en el actual contexto de atropello a las leyes que nos está llevando a la barbarie. El caso de Monte Carmelo es una salvajada. ¡Puro somocismo! Pero no me respondieron. Hasta me comuniqué con la persona que diseñó el calendario en España. Pero no avancé en mis gestiones.
Llamé por teléfono a su casa al fundador de esa empresa, al papá del actual Gerente General, quien, educado, me escuchó, y, prudente, respondió que hablaría con el Gerente Técnico, y después, conmigo, que lo llamara a la empresa el lunes, y así lo hice, pero no se puso al teléfono, tampoco el martes. Luego me llamó el Gerente Técnico y se abrió una negociación. Para facilitar una salida le propuse que sólo pagaran los costos: US$ 1,400.00. Más tarde hizo “una contrapropuesta” que más bien fue un ultimátum: “Dice el Gerente General que le ofrece un mil dólares, y que esta oferta es solo por hoy”. ¿Qué justifica semejante arbitrariedad?
Estos Gerentes se comportaron como dueños del mundo, o como este gobierno y Albanisa con los propietarios de Monte Carmelo. Hastiado de todo, acepté. Sin embargo, cuando recibieron la factura, alegaron que debía ser por un mil dólares netos, querían que no pusiera el 15% de IVA, que evadiera el pago de impuestos. Los calendarios regresaron a mi oficina. Al día siguiente, el Gerente Técnico aceptó pagar el IVA. Les envié de nuevo los calendarios y ellos pagaron el precio que quisieron: puro capricho, vivianada, abuso y arbitrariedad.
Así no podemos trabajar. ¿Cuál es el sustrato moral de estos dueños y gerentes? Como administradores de empresas no deben ignorar que a mayor volumen menor precio unitario; y, por otro lado, jamás suspendieron su orden de compra. Se necesita mucha cara dura para actuar así. En medio de tanta podredumbre en la DGI, en el CSE, en la EAAI, en las operaciones con los 500 mil millones de petrodólares, etc., hay que luchar por la honestidad. No podemos funcionar como una sociedad de salvajes atropelladores, debemos respetarnos. Cada quien tiene sus derechos y eso impone límites al otro. Este es un mal ejemplo, y otro síntoma de la terrible descomposición moral y ética que está ocurriendo. Estoy enviando este artículo, a una base de datos con más de seis mil direcciones electrónicas de empresarios y a las redes sociales, no porque crea que estos sinvergüenzas me vayan a pagar, sino para reivindicar la integridad y honorabilidad empresarial.
(*) Editor de la Revista Medios y Mensajes.
Craso error de las 2 partes en sustentar sus negocios a la suposicion; jamas debemos esperar que nuestra contraparte asuma como suyas nuestras responsabilidades, incluidas de comunicacion. Editarte supuso aceptacion de su nueva oferta y los NO pago supusieron que se les esperaria su confirmacion a la nueva oferta. La orden de compra emitida no es un cheque en blanco que nos permita aprobarlo todo; la nueva cotizacion debio haber esperado una nueva orden de compras; ambas partes cometieron errores que los llevaron al enfrentamiento; y como digo siempre: "ojo billar"
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