La incoherencia del militante del Frente
Guillermo Cortés Domínguez
Con la intolerancia pavoneándose por doquier hasta me he llegado a preguntar si aún es posible dialogar, y sólo porque la respuesta es afirmativa, escribo este artículo dirigido a quienes militan o simpatizan con el FSLN, sobre todo porque me inquieta pensar en cómo hacen ellos para continuar viendo a los ojos, para seguir con la frente en alto, para no sentir vergüenza o para estar tranquilos y hasta sonreír, con semejante desbarajuste que está causando la cúpula del Frente que con autoritarismo, corrupción e ilegalidades, controla con mano de hierro a esta organización, al gobierno y a gran parte del Estado en su conjunto.
Uno de los aspectos que más mencionan algunos militantes es que “son de izquierda”, y los demás, “son de derecha”, y por tanto, a éstos hay que descalificarlos. Este es un asunto neurálgico y tiene múltiples ramificaciones, no sólo para un artículo periodístico, sino para un ensayo. Para comenzar, ser de izquierda es ser humanista, por tanto no sólo se deben respetar los derechos humanos, sino promoverlos. Pero el Frente es intolerante, los irrespeta y pisotea.
La intolerancia no reconoce “la otredad”, a los otros, a los de distinto pensamiento, a quienes enriquecen la sociedad con sus múltiples y diversos enfoques sobre todos los asuntos que nos competen como personas y ciudadanos. El sectarismo hasta llega al extremo de considerar a los otros como “enemigos”, y los descalifica llamándoles “de derecha” o “lame botas del imperialismo yanqui”, “agentes de la CIA”, “oligarcas”, “hijos de Goebbels”, y cualquier injuria y calumnia de todo tamaño y profundidad que se les ocurra, no hay límites morales.
Esta descalificación, irrespeto e ilegitimación, es la base para “demostrar” que los demás no son nada, o son algo menos que escoria; y entonces sólo queda el “revolucionario”, los de izquierda, los verdaderos, ellos solitos y nadie más; y así fragmentan y polarizan a la sociedad, y dejan listo el espacio, y el tiempo, para justificar toda acción contra “el enemigo”, para echarles encima, si es preciso, todas las armas represivas de la poderosa maquinaria estatal.
Es comprensible que los políticos profesionales del Frente, los que tienen un cargo, los que han convertido su militancia en “modus vivendi” y “modus operandi”, prefieran no pensar, y sólo sigan la consigna lanzada “desde arriba”, y la ejecuten, sin importar los medios ni a quienes maltraten y escarnezcan. Pero incluso ellos en algún momento se las ven con su conciencia y su pasado revolucionario, y en algunos casos, hasta heroico. Entonces, ¿qué ocurre cuando llega ese enfrentamiento? ¿Qué pasa cuando en la soledad los chispazos de principios y de ética que aparecen como en un sueño difuso, se encuentran con múltiples prácticas malsanas, en primer lugar, con “la piñata”, la masiva y multimillonaria apropiación ilegal de bienes públicos, el robo de tantas propiedades? ¿Se puede ser ladrón y revolucionario?
¿Qué pasa cuando esos jirones de conciencia revolucionaria, si alguna vez la hubo, se topan con otros muchos actos de corrupción? ¿Qué ocurre cuando leves rastros de principios chocan con los atropellos a la dignidad humana, incluyendo prácticas características de la derrocada dictadura somocista, como el uso de fuerzas de choque, similares a las de la Nicolasa Sevilla, pero mejor organizadas, con mayores recursos materiales y más agresivas y temibles?
De seguro que la mente de estos cuadros del Frente se ve obligada a acomodar las cosas, a crear, aunque sea de manera artificial, “una congruencia” para seguir viviendo sin tanta vergüenza y angustia, porque esa incoherencia es insoportable para el ser humano, y por tanto, debe disparar ese mecanismo de defensa como si fueran anticuerpos contra una bacteria invasora. Entonces surgen las justificaciones para calmar la conciencia, y quizás lo logren, pero no del todo, tantos son los atropellos y desmanes a la moral revolucionaria.
Recuerdo a un diputado del Frente que mintió con descaro ante sus colegas y periodistas en el plenario de la Asamblea cuando respondió que había apretado el botón de su escaño para votar en la elección del Primer Secretario de la Directiva, y no era cierto, porque su asiento estaba vacío. Le pregunté por qué, y él me respondió: “Yo no haría nada que perjudicara a mi partido”. Si fuera cierta su respuesta, no se habría ausentado, porque su no presencia afectaba, era un voto menos. Así que fue capaz de hacer algo que lesionaba a su partido, como también de mentir, o de cualquier cosa, para reparar su error. No importan los principios, sólo los objetivos de la cúpula partidaria, cueste lo que cueste. Ya lo dijo un famoso por ahí.
Y los que no son cuadros del Frente, o son “cuadritos” o están irrumpiendo en la política, o tienen cargos menores o no tienen posiciones de responsabilidad, ¿cómo acomodan que sus fuerzas de choque golpeen y fracturen a una joven; que un grupo armado de pistolas impida a activistas del PLC pintar una consigna? ¿Cómo reaccionan frente a quienes quitan de las calles las mantas de otras organizaciones porque contienen mensajes que no le gustan a la cúpula, por ejemplo, sobre elecciones limpias? ¿Cómo se sienten ante las denuncias documentadas de actos de corrupción en diversas instituciones estatales donde roban millonadas del pueblo; o cuando en ciertos programas sociales marginan a parientes suyos por no simpatizar con el Presidente Ortega? ¿Qué les causa la barbarie en Monte Carmelo? ¿Se calman pensando en los efectos positivos de los programas sociales?
¿Qué piensan estos militantes del Frente de que obliguen “a rotondear” a los empleados públicos que no quieren hacerlo? ¿Qué opinan de que alguien de un ministerio o ente descentralizado del Estado pase lista para verificar quiénes asistieron o no a una actividad a la que fueron convocados por el partido? ¿Les gusta, están de acuerdo, se burlan de la desgracia de sus compañeras y compañeros de trabajo, se compadecen? Hay otros aspectos más complejos, por ejemplo, que el Presidente once veces haya legislado por decreto, usurpando funciones de la Asamblea Nacional; o el artificioso desconocimiento de un artículo nada menos que de la Carta Magna para que el Comandante Ortega pudiera aspirar a la reelección. ¿Están fanatizados, no piensan, no creen que sucedan tales cosas? ¿Las atribuyen al imperialismo?
También ellos tienen que hacer un acomodo en su cabeza, porque el ser humano de manera automática e independientemente de la conciencia, busca cómo establecer una congruencia, para poder seguir viviendo. Pero estos procesos no son perfectos, y siempre quedan algunos vacíos providenciales que pueden dar lugar a la reflexión, a la toma de conciencia de que se traicionaron los principios, que la tal izquierda, también tiene de derecha, y que su pretendida sensibilidad social, al mismo tiempo practica un perverso desprecio al ser humano y a varios de sus derechos esenciales e irrenunciables.
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