martes, 17 de mayo de 2011

El FSLN ya ganó pero tiene miedo

Guillermo Cortés Domínguez

Estadísticamente, el candidato del FSLN, Presidente Daniel Ortega, ya ganó las elecciones de noviembre de este año. No es esoterismo ni que un oráculo infalible lo haya dicho, es pura matemática. Quien no lo vea así, continuará haciendo muñecos de zacate.

Si el piso actual del FSLN es 38.5% --o quizás mayor-- y hay cuatro opciones más en la contienda, el 61.5% de los votos es el que realmente estará en juego, no el 100%, porque el resto ya lo tiene cautivo el Frente, como se ha demostrado una y otra vez, en todas las principales encuestas y resultados electorales de los últimos años. Los opositores ganarían de calle si estuvieran unidos, pero están divididos en cuatro pedazos disímiles, belicosos y antagónicos, y si cada uno de ellos obtiene la misma proporción de electores, pues alcanzarían individualmente el 15.3% de los votos.

No obstante, de las cuatro fuerzas opositoras: Alianza PLI; Alianza PLC-PC; ALN; y APRE; las tres primeras tienen un poco más de músculo, por lo que a la última le asignaremos un arbitrario 3% de los votos, lo que significa que los demás se repartirían el 58.5%, y a cada uno le tocaría el 19.5%, muy lejos aún del candidato desde ya reelecto.

Tendría que ocurrir un fenómeno, un hecho extraordinario que cambie la actual correlación de fuerzas, para que los resultados sean diferentes, y eso, por ahora, y quizás por muchos años, no se ve en el triste y opaco panorama político nacional, caracterizado por una clase política corrupta vendida al mejor postor, con muchos seudo líderes que son verdaderos travestis o tránsfugas de la política.

Casi se pudiera decir que no hay por quién votar, como lo sostuvo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal hace algunas décadas. En el caso del Frente, que se presenta como un partido de izquierda, ciertamente ha mostrado una mayor sensibilidad social que los tradicionales partidos de derecha, pero vive carcomido por pecados capitales: corrupción generalizada, uso de amenazas, sobornos y chantajes; populismo y clientelismo; irrespeto, intolerancia y autoritarismo; y violaciones cada vez más frecuentes y graves a la Constitución Política y a las leyes secundarias.

Desde casi el inicio de su gobierno, el Presidente y la Co-Presidenta de facto, Daniel y Rosario, han venido perfilando una dictadura. Los que vivimos el somocismo, hemos visto en estos años los síntomas inconfundibles y percibido la gravísima amenaza. Ya hemos vivido una serie de hechos represivos que imitan a los somocistas en cuya lucha tanta sangre se derramó: por ejemplo, el control casi absoluto del Estado y su uso tipo rapiña, vengativo, arbitrario y mafioso; la organización y uso violento de fuerzas de choque, como las hordas nicolasianas o peores; el aprovechamiento personal y familiar de la ayuda externa, sobre todo de la venezolana (acumulación originaria del capital, sostenida y veloz); y, entre otras, un fuerte y enfermizo culto a la personalidad.

Por su parte, el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) y el Movimiento de Rescate del Sandinismo (El Rescate), no terminan de cuajar, no prenden en las masas populares y se ven obligados a alianzas políticas naturales en toda sociedad democrática, pero que tienen un alto precio y terminan desdibujando sus perfiles. Podríamos decir que representarían una izquierda democrática que aún no cala en las multitudes y que no sabe aprovechar su caudal no sólo de experiencia de lucha contra la dictadura, sino también su capacidad de análisis del período revolucionario, de las contradicciones con el campesinado, del pecado original ético de “la piñata”, de las causas del derrumbe del socialismo en Europa y otros temas esenciales que, al contrario, no han sido procesados por quienes secuestraron al FSLN.

Queda la derecha, derechosos insensibles que siempre derechito nos han llevado al matadero. Recuerdo a un ex ministro quien me dijo que el Estado no debería preocuparse tanto por los pobres, sino que éstos deben tomar la iniciativa para salir de su postración. ¡Qué cínico! Condenan a los pobres a ser miserables, a mal comer y a no poder desarrollar su cerebro, por tanto a no poder culminar ni primaria, y a los peores empleos. Desde que definen el presupuesto ya dictan la condena de por vida.

Volviendo a las matemáticas, la oposición está frita (¿oposición?), y toda la sociedad también, porque una vez reelecto el actual Presidente, mostrará sus peores demonios, y conoceremos con más propiedad la mano dura que todavía esconde. Las dictaduras y dictadores se forman en un proceso, no aparecen de repente, y el ex compañero Daniel Ortega está en esa horripilante metamorfosis que causará mucho dolor.

Teniendo los números de su lado, el Frente debería promover las elecciones más libres y transparentes del mundo. De todos modos ya ganó. Pero no lo hace. Es víctima de sus fantasmas, de su militarismo, de su parafernalia conspirativa. Intimidaron, amenazaron, lanzaron multitudes a las calles, detuvieron buses, reprimieron con la Policía, hicieron alardes para impedir que la gente se expresara libremente. Podría ser que no confían en las matemáticas, pero lo más seguro es que viven atrapados en un mundo de incertidumbre fabricado por ellos mismos. Pobre Nicaragua, que, de nuevo, a un alto precio, tendrá que volver por sus fueros.

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