viernes, 10 de diciembre de 2010

La trilogía de 1,750 páginas que sacude la historia contemporánea
Memorias de la Lucha Sandinista






Guillermo Cortés Domínguez (*)

¡Qué paradoja!: en medio de los escombros humeantes de la institucionalidad de Nicaragua, se produjo recientemente el acontecimiento cultural más grandioso de las últimas décadas: el lanzamiento de una obra monumental, “Memorias de la Lucha Sandinista”, de mil setecientas páginas, en tres tomos, que abarca desde la gestación del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) hasta la demolición de la dictadura somocista, y cuyo contenido derrumbará algunas falacias,  leyendas y mitos, aportará de manera relevante a nuestra Historia, y quizás encierre las llaves para abrir de una vez por todas los sólidos candados que impiden que este país sea funcional, justo y equitativo.

Su autora es Mónica Baltodano, la tenaz jefa guerrillera a quien tuvo que rendirle la plaza de Granada el altivo General de la Guardia Nacional, Fulano de Tal, en julio de 1979, entre los estertores de agonía de una de las dictaduras más sangrientas y prolongadas de América Latina; la misma mujer que luego impulsaría el municipalismo desde la Revolución Sandinista; que después denunció y enjuició por corrupción a uno de los más grandes ladrones de la historia nacional, Arnoldo Alemán, increíblemente todavía a la cabeza de su partido y con pretensiones presidenciales; que más tarde haría críticas a la conducción del FSLN y que sería ignorada, aislada y excluida; y que desde el 2005 integra el liderazgo del Movimiento Rescate del Sandinismo que integra la alianza de izquierda Movimiento Renovador Sandinista (MRS).

Esta obra recoge entrevistas a casi un centenar de guerrilleros y colaboradores del FSLN, realizadas por la autora en su programa radial sabatino Entre Todos, en Radio La Primerísima, entre abril de 1999 y mediados del 2002, cuando los entrevistados, la mayoría de ellos genuinos héroes de una lucha de liberación nacional, estaban desplazados del poder, incluso algunos sin empleo permanente. Era el momento perfecto para conversar con ellos sin que incidieran conveniencias partidarias, de gobierno, o de otro tipo. Son testimonios frescos, casi espontáneos, apegados a lo que a cada quién le tocó protagonizar y a sus circunstancias, a salvo de poses, sesgos o manipulaciones, sólo afectados por los naturales estragos del tiempo y de la memoria, y donde hubiera dudas, surge una diversidad de voces que dan una luz que ayuda a aproximarse a la verdad.

“De la Forja de la Vanguardia a la Montaña”, el primer tomo, contiene la tesis fundamental de esta obra: “La única manera de realizar cambios duraderos y positivos para la humanidad, es con la participación organizada y consciente del pueblo“, y no el talento estratégico de uno u otro dirigente, o sólo de una organización, o de factores externos como la suspensión del apoyo del gobierno norteamericano al régimen de Somoza.

MINED debería convertir trilogía en texto escolar oficial

En este volumen, desfilan los esfuerzos acumulados, las pruebas de la resistencia desde Diriangén, los levantamientos armados, múltiples actos de protesta y lucha, hasta las acciones concertadas y masivas a finales de los años setenta, de los movimientos sociales (sindicatos, estudiantes de secundaria y universidad, organismos de mujeres, artistas, cristianos, periodistas, mercaderas, artesanos, etc.), y las fuerzas guerrilleras. Aquí están “las huellas inconfundibles de resistencias pasadas, como grandes detonantes de los momentos cumbres de la lucha”.

¿Es congruente con la realidad la decisión oficial de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en los años ochenta, de considerar como el único fundador sobreviviente del FSLN al Comandante Tomás Borge Martínez? En “Memorias de la Lucha Sandinista”, la Comandante Guerrillera y Diputada, Mónica Baltodano, pareciera refutar contundentemente esta consideración.

La obra monumental de Baltodano, que una comisión del Ministerio de Educación (MINED) debería analizar convertirla en texto oficial de las escuelas de secundaria del sistema de educación formal, recoge otras explosivas evidencias de la historia que contrastan con versiones oficiales.

Blanca Sandino estremece con su dramático relato que pone al descubierto el casi desconocido perfil paternal del Gral. Augusto C. Sandino, quien se involucra en una tenaz lucha para salvar a su hija huérfana de madre al nacer, y necesitada con urgencia de una “nana” que le diera el pecho. Entre una extensa parentela, Sandino buscó a quien pudiera proporcionar la leche materna a su recién nacida, y tocó una y otra puerta, con varios fracasos, y la niña casi muere de hambre, hasta que al fin encontró a una muchacha que la salvaría.

Es casi imposible impedir que las lágrimas asomen a los ojos, al leer la cruel y despiadada masacre cometida por la Guardia Nacional en Belén, Rivas, cuando simulando una reunión con Edén Pastora, atrajo a jóvenes y mayores hacia una trampa mortal en una iglesia, donde casi todos fueron asesinados, y después, desmembrados y descuartizados, y sus restos pedaceados lanzados al fondo de un pozo seco.

La muerte de “El Danto”
Varias voces describen cómo fue muerto Germán Pomares Ordóñez el 20 de mayo de 1979 en Jinotega, por una ráfaga de un guardia somocista que quizás no estaba dirigida a nadie en particular, pero que dio en el lugar exacto que ocupaba el Estado Mayor de la guerrilla que trataba de tomar La Ciudad de las Brumas. Con intensidad se reviven las acciones urgentes que tomaron sus compañeros de jefatura para salvarlo, las esperanzas en que sobreviviría y luego el terror ante la certeza del desenlace fatídico, hasta que murió “El Danto”, pero su deceso se mantuvo en secreto para no desmoralizar a los combatientes que en todo el país se aprestaban a darle el golpe final a la dictadura.

Entrevistados de Mónica Baltodano reconstruyen el regreso de Carlos Fonseca a Nicaragua, procedente de Cuba, y luego su ominoso viaje a la montaña, a una reunión que sólo estaba en su cabeza, pues había llegado a la ilusa conclusión de que era posible impedir la fragmentación del FSLN. Guerrilleros de la pequeña fuerza que en lo más profundo de la espesura comandaba Henry Ruiz, hicieron varios viajes a puntos de encuentro previamente establecidos, para tomar contacto con un Fonseca que de noche era casi ciego, pero éste nunca llegaba en su lento y accidentado periplo hacia la muerte.

Varios dirigentes guerrilleros testimonian sobre la fundación del Frente, contrariando versiones oficiales acomodadas, ofrecen múltiples datos sobre siete movimientos armados que precedieron al FSLN: la guerrilla del General sandinista Ramón Raudales, en 1958, en la que participan el  Coronel sandinista Heriberto Reyes, junto al ex militar de la Guardia Nacional, Julio Alonso Leclaire; la guerrilla de El Chaparral, en junio de 1959, donde resulta herido Carlos Fonseca; la guerrilla de Chale Haslam (junio--noviembre de 1959), una de las pocas que se organiza desde el interior del país.

La Columna 15 de Septiembre, que dirige Julio Alonso Leclaire y respaldan Julio Molina y Julio Velázquez (“Los tres Julios), entre octubre de 1959 y 1960, a la que se incorporan varios cubanos, entre ellos, Renán Montero (Moleón). La Columna A. C. Sandino, que dirige el periodista Manuel Díaz y Sotelo, en 1959, son su lugarteniente cubano Luis Escalona; la guerrilla de Heriberto Reyes, veterano sandinista, en Boca de Yamales, en 1959; el Frente Revolucionario Sandino (FRS), del que muchos de sus integrantes luego formaron el Frente de Liberación Nacional (FLN) que después se convirtió en el FSLN.

En el segundo tomo, “El Crisol de las Insurrecciones”, inicia con testimonios sobre la figura de Carlos Fonseca, y procesos de lucha en varias zonas del país, sobre todo en Las Segovias; y relatos de combates en León y Managua. Además, dramáticos detalles sobre las masacres cometidas por la Guardia Nacional en Veracruz y El Calvario, en León; y las Palmas y Batahola, en Managua. Los propios protagonistas rememoran la toma del Palacio Nacional, la insurrección de los jóvenes en Matagalpa, y ofrecen detalles hasta ahora inéditos sobre la caída de Germán Pomares en Jinotega. Hay mucha información sobre  la no muy conocida sublevación de los barrios occidentales de Managua; y acerca de las tres insurrecciones de Estelí y dos en León y Matagalpa

“El Camino de la Unidad y el Triunfo”, el tercer volumen, comienza con  una inédita recopilación de nombres y datos de mujeres caídas en diferentes circunstancias; las acciones armadas más relevantes en Chinandega; Masaya, escenario de la insurrección de Monimbó; y el Frente Sur en su estratégico rol de empantanar a la GN en la fase final de la guerra.

También se describen las acciones de los pilotos sandinistas que abastecían a los guerrilleros y hasta bombardearon objetivos somocistas. Varios testimonios fundamentan las causas del fraccionamiento del FSLN en tres tendencias y el  posterior proceso de unidad. La trilogía concluye con relatos acerca de la entrada triunfante de los diferentes frentes a Managua, y pone fin a la polémica de ¿Quién entró primero al bunker de Somoza?

La Historia oficial que no pudo ser
A inicios de los años ochenta, la dirección del diario Barrricada, el órgano oficial del Frente Sandinista, donde yo laboraba, decidió publicar una serie de reportajes sobre los fundadores del FSLN, y los nombres de éstos se barajaron entre un grupo de periodistas, tocándome nada menos que Carlos Fonseca. Pero el proyecto fue abortado con sólo la primera publicación, sobre el Coronel Santos López, que le correspondió al colega Juan José Lacayo. Algunos detalles hirieron de tal forma las extremas sensibilidades de esos días de los miembros de la Dirección Nacional del Frente, que ordenaron suspender las investigaciones y publicación de los reportajes.

Como consecuencia directa de la molestia que causó aquella publicación, y supuestamente para velar por la correcta interpretación de los hechos, los dirigentes crearon una Comisión encabezada por el Comandante de la Revolución Jaime Wheelock Román, para que escribiera “la verdadera Historia”. Menos mal que este intento fracasó, porque con tantas suspicacias y susceptibilidades que había, todo habría sido acomodado y amañado, como ciertos textos de la época, mutilados para ocultar “ciertos inconvenientes”. Al contrario, en la obra de Mónica Baltodano no hay consignas oficiales.

Aún guardo varios casetes con grabaciones de entrevistas que hice en la montaña a colaboradores de Carlos Fonseca, para mi reportaje sobre él. Varias de esas voces, y muchas más, se hicieron oír en el programa Entre Todos, y ahora son inmortales porque están impresas para siempre en esta obra en la que se le perfila nítidamente. No es casualidad que los personajes dominantes de esta magnífica y extraordinaria trilogía, sean Sandino y Fonseca.

“Carlos, descubriendo y reivindicando para la lucha y la historia del FSLN a Sandino, y éste, convirtiéndose en bandera y estandarte de Fonseca y su organización revolucionaria (…). Ambos con una vida personal y política, y una mística de compromiso, que no tienen paralelo, y que sin duda el vacío del presente agiganta y evoca a gritos. Sandino es la bandera, Carlos, el Jefe de la Revolución Popular Sandinista que aún espera, para este nuevo tiempo, nuevos relanzamientos”, clama abiertamente, Mónica Baltodano.

La división del FSLN y la caída de Carlos Fonseca
Las circunstancias en que Fonseca muere a manos de la Guardia Nacional, en momentos de profundas divisiones en el Frente, es debatida por varios de los entrevistados, que coinciden en que su internamiento en las profundidades montañosas, ya viejo y casi ciego en la noche, fue un gran error, una acción innecesaria, decidida por el propio Carlos Fonseca en un momento de desunión interna y de ofensiva militar de la dictadura en el campo. Por su parte, Carlos asumió ese desafío convencido de que en la montaña estaban creadas las condiciones para generar un vasto movimiento guerrillero que permitiría pasar a etapas más ofensivas de lucha en las ciudades, para lo cual era indispensable la unidad del FSLN.

La división del Frente es abordada con cuidado por varios de sus mismos protagonistas y analizada con rigor por la autora, comenzando con sus antecedentes en la derrota militar de Pancasán, en 1967. Entre este año y 1970, caen dos miembros de su Dirección, Silvio Mayorga y Rigoberto Cruz (Pablo Úbeda); así como cuadros como Casimiro Sotelo, Julio Buitrago y Leonel Rugama, y la prisión de muchos de sus dirigentes, entre ellos, Julián Roque, José Benito Escobar, Óscar Benavides, Daniel Ortega, Ricardo Morales, Doris Tijerino y Leopoldo Rivas. De los cuadros en Nicaragua sólo Oscar Turcios logra quedar libre.

Después de Pancasán, entre 1968 y 69, se inicia el llamado período de acumulación de fuerzas en silencio en el que tienen un marcado protagonismo Óscar Turcios, Ricardo Morales Avilés, Bayardo Arce y Pedro Arauz Palacios, en la ciudad; Henry Ruiz, Filemón Rivera, Jacinto Hernández, René Tejada, Víctor Tirado López y José Valdivia, entre otros, en la montaña. Es cuando se evidencian contradicciones entre la conducción en el interior del país (Óscar Turcios, Ricardo Morales Avilés, Pedro Arauz, Plutarco Hernández, Carlos Agüero, Víctor Tirado y Henry Ruiz --posición que asume temporalmente Eduardo Contreras-- y los miembros de la Dirección en el exterior (Carlos Fonseca, Humberto Ortega, Jaime Wheelock y Edgard Munguía). Nunca hubo una discusión para superar los problemas, y con la caída de Óscar Turcios y Ricardo Morales Avilés, estas contradicciones más bien se agudizan por diferencias en relación a la sucesión del mando.

A fines de 1974, Eduardo Contreras, fortalecido con la jefatura del asalto a la casa de Chema Castillo, intenta erigirse como relevo de Carlos Fonseca. En 1975 son expulsados varios militantes encabezados por Jaime Wheelock, se produce una ruptura y éstos después se constituyen en la Tendencia Proletaria. Carlos Fonseca se alinea a la Tendencia GPP liderada por Pedro Arauz, Carlos Agüero y Tomás Borge, mientras Eduardo Contreras lidera a los hermanos Humberto y Daniel Ortega, y se apoya en cuadros con trabajo en el interior del país como Leticia Herrera y Camilo Ortega.

Henry Ruiz permanece en la profundidad de la montaña, no participa en las discusiones políticas que se daban en esos momentos, pues delegó la representación en Carlos Agüero. Mientras tanto, la dictadura arremete brutalmente contra las bases y combatientes en la montaña con un plan contrainsurgente que incluye la “Operación Águila VI” (noviembre de 1976) con tropas de los ejércitos centroamericanos. En ese contexto se da el ingreso de Carlos Fonseca a la montaña en la búsqueda de una utópica reunión, que más bien lo condujo hacia su muerte. Toda esta reconstrucción de Baltodano se basa fundamentalmente en los testimonios recogidos en su programa radial; y en sus investigaciones.

División no fue ideológica
La división se profundiza cuando Eduardo Contreras y los hermanos Humberto, Daniel y Camilo Ortega Saavedra, crean en julio de 1976 la Tendencia Insurreccional. Jaime Wheelock, Luís Carrión y Roberto Huembes, ya habían conformado la Tendencia Proletaria, y descalifican a los Insurreccionales llamándoles la tercera división, los Terceristas.

En base a los testimonios, la autora concluye en que “la división no se origina ni se explica por diferencias ideológicas o sobre la estrategia; sino que tiene su raíz en la lucha por la hegemonía, influencia y mando de la fuerza político militar existente. Estas contradicciones no pudieron ser resueltas de manera madura porque las condiciones de clandestinidad, el acoso permanente del enemigo y las dificultades materiales, obstaculizaban la comunicación y el diálogo”.

Como la causa de la división no era ideológica, los alineamientos de los distintos militantes se daban indistintamente en una Tendencia del FSLN o en otra, argumenta la autora en base a varias de las entrevistas. Se alinearon por sus jefes o por identificación personal con determinados dirigentes. En algunos casos, la adhesión fue para evadir contradicciones personales, reclamos o sanciones, y poder continuar la lucha. “Los argumentos sobre las diferencias en realidad encubrían la dificultad para resolver problemas de pugnas de poder y representatividad al interior de las fuerza”.

No fue la prioridad que la GPP le daba a la montaña, lo que provocó la división, afirma la autora, y recuerda que en las reuniones de dirigentes del FSLN en 1973 y 1974 en las localidades de Nandaime (Granada) y Las Jagüitas (Managua), todos estuvieron de acuerdo en desatar la insurrección cuando las condiciones estuvieran creadas. Dos de sus entrevistados, Víctor Tirado y Hugo Torres, consideran que con las fuerzas que tenía el FSLN en ese momento, se podía pasar a la ofensiva, haciendo emboscadas y atacando contingentes de la Guardia en movimiento. Pero Henry Ruiz (Modesto) sostenía que la montaña todavía no estaba preparada para ello, porque cualquier acción ofensiva significaría represión, sobre todo contra la base social.

La Ofensiva Tercerista
Sin embargo, de todas maneras la Guardia operó de manera brutal y represiva contra las bases campesinas de la guerrilla a pesar de la poca operatividad ofensiva de las unidades guerrilleras de la Brigada Pablo Úbeda. Mónica Baltodano lanza una pregunta provocativa: ¿Qué habría pasado si se mantienen las operaciones ofensivas como la emboscada de Kuscawás en septiembre de 1975?

En Memorias de la Lucha Sandinista, la ofensiva de la Tendencia Tercerista en octubre de 1977 aparece como un salto de calidad en la estrategia de lucha del FSLN, al margen de su eficacia militar, por las importantes lecciones que dejó para el desarrollo de la acción militar ofensiva. El plan fracasó, pero las acciones tuvieron un impacto importante en el pueblo. A partir de esa ofensiva la presión militar en la montaña empezó a disminuir. Por otro lado, los ataques en el Norte fueron realizados como una nueva modalidad de guerrilla rural, no como acciones urbanas ni como una guerrilla de montaña, lo cual dio pistas de lo que sería la operatividad del Frente Norte: columnas guerrilleras del campo entrando a operar sobre los poblados, propiciando y a su vez dinamizando las insurrecciones urbanas.

Además de foguear a los combatientes, estas acciones ofensivas obligaron a dispersar las fuerzas de la Guardia en distintas direcciones. De igual manera, los ataques urgieron a pasar al enfrentamiento militar a las otras Tendencias del FSLN. A partir de octubre, señalan varios de los entrevistados de Mónica Baltodano, fue claro que se debía pasar a la ofensiva, a pesar de las críticas de “putchistas” o “aventureros” que se hacían a la Tendencia Tercerista. También valora la creación del Grupo de Los 12, que contribuyó a una mejoría sustancial del trabajo de proyección en el exterior.

La Tendencia Tercerista desarrolla una ofensiva de relaciones internacionales en búsqueda de apoyo político, de aislamiento de la dictadura y de  recursos económicos para armas, municiones y comunicaciones. El Grupo de Los 12 le dio en el plano internacional un nuevo rostro al FSLN, proyectándolo como una alternativa creíble de gobierno y suavizando las desconfianzas hacia una organización calificada de comunista, marxista, atea y antiimperialista.

La unidad del FSLN
La ofensiva Tercerista se conectaría luego con un evento de gran impacto en la conciencia política de los nicaragüenses y en la opinión pública internacional: el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro. “La respuesta popular no se hizo esperar, fue masiva y abarcadora la movilización de todos los sectores sociales en repudio al crimen. La acción social y política conoció un dinamismo sin precedentes que se fortaleció con el llamado a una huelga de brazos caídos y a la actividad permanente de los movimientos sociales”. Desde entonces el país vivió en una ofensiva política, social y militar. Se dieron la insurrección de Monimbó, el ajusticiamiento de alto oficial de la GN, Reynaldo (Perro) Pérez Vega, el asalto al Palacio Nacional y la insurrección de los jóvenes en Matagalpa.

Fue entre marzo y mayo de 1978 que inició un proceso de diálogo entre las tres Tendencias del FSLN, culminando en acuerdos que permitieron la unidad en la acción. Varios de los protagonistas señalan que, sin embargo, cada Tendencia mantuvo una puja por mejorar su correlación sobre la base de la fortaleza de sus propias estructuras, cantidad de armas y cantidad de operativos. En la práctica se dio una competencia que propulsó el desarrollo global de la organización.

La insurrección de septiembre de 1978 diseñada por los Terceristas y ejecutada por las tres Tendencias en Estelí, Masaya, León y Chinandega, partía del ataque a las principales guarniciones de la Guardia, con el propósito de tomárselas al mismo tiempo que la población se levantaba animada por los llamamientos y agitación de estructuras milicianas y políticas que convocaban a la gente a levantar barricadas, y que recorren las calles pidiendo al pueblo que se una.

Estas insurrecciones, según varios de los entrevistados, mostraron que la sóla acción de las unidades militares no provoca levantamientos insurreccionales, pues donde no existía de previo un trabajo político-organizativo de base y un estado de agitación pre-insurreccional, las operaciones se convirtieron en simples ataques militares. Por otro lado, permitió la incorporación de miles de jóvenes a las unidades de combate.


¿Cómo surgió la idea de las entrevistas?
La guerrillera integrante del equipo de dirección de la insurrección de los barrios orientales de Managua, de El Repliegue, y de las tomas de Jinotepe y Granada, jamás pretendió escribir una Historia del FSLN. Una noche de enero de 1999 en que escuchaba el Canto Épico al FSLN, de Carlos Mejía Godoy, se le ocurrió hacer un programa radial de entrevistas para que los guerrilleros y colaboradores contaran sus historias, como una actividad conmemorativa del veinte aniversario de la Revolución. El programa semanal de dos horas duraría del 17 de abril al 19 de julio de 1999, pero esos tres meses se convirtieron en más de tres años.
Y la entrevistadora tuvo la feliz ocurrencia de grabar cada entrevista (cien horas de grabaciones) y de preservarlas como un valioso tesoro.

 “Cuando sostuve los primeros diálogos no tenía capacidad de pronosticar lo que al final sería el importante y amplio universo de experiencias y vivencias de mis entrevistados. Tampoco anticipé  el alcance y  el impacto histórico que podrían tener --una vez reunidos y procesados-- sus testimonios,  relatos y comprometidas declaraciones”, revela la Comandante Guerrillera Mónica Baltodano. Y agrega: “Al realizar las primeras entrevistas, no pensé que diez años después estaría presentando un libro con estos testimonios arduamente examinados y verificados en un proceso de trabajo que por determinados períodos vine haciendo con paciencia todo este tiempo”.

Cada invitado a su programa le exigió a la autora un  trabajo preliminar  de investigación, y, varios años después, un dilatado y riguroso proceso de verificación de los aspectos más relevantes abordados por los entrevistados, principalmente porque ante cada entrevista surgía una pregunta inquietante: “¿Qué confiabilidad atribuir a la memoria de mis ilustres entrevistados, a sus sinceros y espontáneos recuerdos expresados de manera inmediata como respuestas a mis preguntas, cuando no había habido reflexión previa, apuntes, notas, ni nada que auxiliara sus recuerdos?”.

Ella sabía que la memoria, para ser eficiente, actúa de manera selectiva, que la retentiva no es la historia, quizás tan sólo una de las formas posibles de su representación; también estaba consciente de que habían transcurrido muchos años desde aquellos hechos que los protagonistas evocaban con pasión; y tenía presente que la remembranza también olvida, oculta, guarda silencio, distorsiona, confunde y mezcla, sobre todo cuando se trata de situaciones de alta tensión y hasta traumáticas, como los combates de la guerra, la vida clandestina, la cárcel, la tortura y las  violaciones. Para sortear las trampas de la memoria, las contradicciones y los vacíos, los testimonios fueron filtrados cuidadosamente, y en algunos casos, tuvo que realizar otras entrevistas a nuevos o los mismos entrevistados y a consultar la bibliografía existente en español (libros publicados e inéditos, revistas, diarios, videos, fotografías, etc.).

La autora lamenta no haber entrevistado a varios protagonistas, como Daniel Ortega, quien en dos ocasiones aceptó su invitación para asistir al programa, pero que en ambos casos a última hora canceló su participación. No contó con Humberto Ortega, pero su libro “La Epopeya de la Insurrección”, le brindó abundantes datos muy útiles. Tampoco pudo entrevistar, por no coincidir las agendas, a Carlos Mejía Godoy y a Ernesto Cardenal. Sí tuvo a  Jaime Wheelock en la radio, para conversar sobre su trayectoria militante, el rol del campesinado y las banderas de la lucha por la tierra, pero las preguntas de los oyentes derivaron la entrevista hacia los problemas de la propiedad y su titulación.


¿Por qué no se logró identificar a los infiltrados?
En base a varios de los testimonios, en “Memorias de la Lucha Sandinista” Mónica Baltodano lanza una inquietante pregunta, tras señalar que después del triunfo de la Revolución no se realizó una adecuada labor que permitiera aclarar completamente los asesinatos de varios dirigentes del FSLN a manos de las fuerzas de seguridad somocistas. ¿Por qué no se logró identificar a los infiltrados?

La dictadura vigilaba a sus enemigos políticos por medio de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), que tenía una red de agentes pagados y otros ad-honorem, en la ciudad; y jueces de mesta y capitanes de cañada, en el campo, quienes estaban facultados para capturar y reprimir directamente. Con el triunfo de la Revolución Cubana y el auge guerrillero en América Latina en los años 60, la OSN creó un cuerpo especial conocido como Servicio Anticomunista (SAC), cuya labor era vigilar, perseguir, infiltrar y aniquilar a los que se consideraban movimientos comunistas, que en Nicaragua era principalmente el FSLN.

Después del asalto a la casa de Chema Castillo, la labor del SAC se intensificó y resulta evidente que numerosos “quiebres” de dirigentes y cuadros del FSLN, sólo pudieron realizarse porque tenían información de sus casas de seguridad y vehículos en los que se desplazaban. La captura de Marcio Jaen y en una misma operación los asesinatos de Alberto Ríos y Julio César Maldonado (25 de noviembre 1976); la emboscada contra Bayardo Arce que termina en las capturas de Mónica Baltodano y Moisés González (junio 1977); los asesinatos de Juan de Dios Muñoz y el ingeniero Raúl González (septiembre de 1977); la muerte del obrero Mauricio Cajina con la captura de Doris Tijerino (abril de 1978); y el asesinato de José Benito Escobar (julio de 1978); fueron resultado de informaciones que pasó Marvin Corrales Irías --cuyo seudónimo en el  SAC era Macoi--, quien había sido reclutado como informante después de que fuera capturado en 1975.

Revela la autora de la trilogía, que “muchos otros casos no fueron estudiados”, como la muerte de Eduardo Contreras y Silvio Reñazco. Asimismo, resulta evidente que Pedro Arauz Palacios, Carlos Arroyo Pineda, Róger Langrand Hernández, Juno Genoveva Rodríguez, Martha Angélica Quezada --todos asesinados el 17 de octubre de 1977--, y las capturas de Gloria Campos, Margine Gutiérrez, Auxiliadora Cruz y Nubia Salvadora Aguilar, fueron parte de una cuidadosa labor de información en la que se involucraron infiltrados.

La Comandante Guerrillera Mónica Baltodano considera que “Memorias de la Lucha Sandinista”, aunque recupera valiosa información sobre un tramo histórico relevante de Nicaragua, es un punto de partida para nuevas investigaciones, y que además se requiere de nuevas indagaciones para completar áreas que no fueron abordadas como las historias de lucha en las ciudades de Ocotal, Jinotepe y Diriamba; la malograda incursión de la Columna Jacinto Hernández, aniquilada en Nueva Guinea en mayo de 1979; los detalles de la insurrección final en Matagalpa; el aporte de la Revolución Cubana; el trabajo externo para fortalecer la solidaridad internacional con la lucha sandinista; y la contribución del FSLN en el exterior a la causa palestina.

El Ministerio de Educación debería crear un comité de lectura de esta trilogía extraordinaria para asegurarse de que se trata del producto cultural más trascendental de las últimas décadas, y que debería ser convertido en texto oficial obligatorio en el sistema educativo nicaragüense. No tienen que anteponer que la autora, Mónica Baltodano, es una crítica permanente del régimen del Presidente Daniel Ortega. Eso es harina de otro costal. 

(*) Editor de la Revista Medios y Mensajes.

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