lunes, 16 de mayo de 2011

Historia de una gasolinera

Gloria Palacios

Carros,  jóvenes entrando y saliendo con cervezas en las manos. Hay música por todos lados. De pronto, la competencia de carros.

Cada fin de semana sucede lo mismo, las gasolineras están invadidas por adolescentes y jóvenes. Una anciana con muletas y varios niños caminan cerca del establecimiento a altas horas de la noche, esperando que uno de esos jóvenes se apiade y les regale un córdoba.

Un niño lleva de la mano a su hermanita, juegan inocentes entre los autos, como si el día apenas empezara. Es un juego triste y de pobreza.

 Uno de ellos ha logrado recolectar cuatro córdobas, entra a escondidas a la gasolinera,  compra una galleta y sale contento a mostrarla. Mientras otros niños se quedan viendo con los ojos iluminados como algunos disfrutan de un subway, y un capuchino.

Uno de ellos no resiste, entra, camina por las paredes de caramelos, boquitas y bebidas.

Se siente en el mundo de Hanzel y Gretel, se imagina compartiendo esos dulces caramelos por siempre, hasta que sus sueños se interrumpen con el jalón de camisa del vigilante.

No encaja en ese mundo, no viste la ropa apropiada, no puede comprar los sueños con las ilusiones. Se marcha, con la anciana, y los demás niños, quien sabe donde, en algún rincón  de la capital.


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